jueves, 30 de abril de 2020

En el centro de algunas de las primeras estrellas que se formaron en el universo podrían haberse camuflado enormes agujeros negros.

Si pudiésemos acercarnos mucho a un agujero negro y gozásemos de un cielo tan bonito como el de esta imagen, podríamos distinguir el agujero negro porque “tapa” la luz de las cosas que hay detrás. Pero eso no es porque el agujero negro sea sólido: es porque la luz que entra nunca vuelve a salir./Foto: NASA Explicar cómo el sol mantiene su brillo es imposible sin el conocimiento que hemos adquirido durante los últimos 100 años. Por ejemplo, en el siglo XIX, Lord Kelvin propuso que el calor del Sol resulta del impacto constante de meteoritos sobre su superficie, pero acabó sustituyendo esta hipótesis por el concepto de la contracción gravitatoria. En este caso, el gas que compone el Sol se estaría calentando a medida que la gravedad de la propia estrella la comprime lentamente y su volumen disminuye. Según los cálculos de Lord Kelvin, este mecanismo permitiría que el Sol brillara durante unos 20 millones de años, una cifra muy superior a los pocos miles de años que podían proporcionar las reacciones químicas de combustión que otros pensadores habían propuesto en la misma época como fuente de energía de las estrellas.
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